miércoles, 2 de septiembre de 2009

De todos los países del mundo fui a nacer en el mejor, ARGENTINA; el de San Martín, de Belgrano, de Mariano Moreno, de Gardel (uruguayo, las pelotas).
Y de todas las ciudades, me tocó nacer en la mejor, ROSARIO; a la que nadie fundó, en la que simplemente, la gente se juntó para vivir. La de el Negro Olmedo, de Fito, Baglietto, Lalo de los Santos, la de Fontanarrosa, del Monumento a la Bandera y el bar El Cairo y por supuesto, la de Lisandro de la Torre.
Pobre don Lisandro. No sé cuanta es la gente que sabe que era rosarino. Y no sé tampoco, cuantos saben que un barrio de Rosario lleva su nombre; porque para todos, ese barrio es ARROYITO. Donde yo nací.
Con todo el respeto que me merecen, nacer en Arroyito es distinto a nacer en Echesortu, o en Alberdi, o en Las Flores, o Las Delicias. Nacer en Arroyito es nacer ahí; ahí mismo, donde nació Central; entre laburantes ferroviarios con bolsillos cortos y esperanzas largas.
Nacer en Arroyito, es nacer en CENTRAL.

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